Por qué me llaman reina
cuando tú no te asomas a mis atrios
ni desgarras mi enagua con tus dedos
hambrientos de la miel de mi oleaje,
el pulso encabritado y tan frondoso tu bosque.
Cristaliza en mis venas tanto hielo
que llega de las sombras...
Me horroriza
el bullicio que causan mis neuronas
en el cerebro, herido.
Mis alas se han plegado
mientras me siento esclava de la luna
al otro lado del camino siempre
sin palma, sin corona, encadenada
al olor de tu cuerpo, luciérnaga de noche.
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2 comentarios:
Un poema bello e sensible, escrito con mucha técnica literaria.
Maravilloso trabajo.
Isabel Furini
Gracias Isabel Furini, se agradecen los comentarios.
Un abrazo. Isabel
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