Se nos concede la música,
a otros, el don de la poesía
y no inventamos nada...
A veces, canta Dios
y nuestro espíritu está tan atrapado
en la cotidianidad de los sollozos
que no oímos su cántico.
Solo al dormir el sol
los hombres, los peces y los árboles
y también vosotras, las gaviotas,
cerramos el velo de los párpados
y abrimos los sentidos al silencio
seguros de escuchar
un concierto de pájaros y bosque.
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