Pero hay vidas que son un cementerio
y el mundo un laberinto
donde nuestros pensamientos jamás serán neutrales.
Nuestra conciencia duerme a veces y se acalla
y ya es suerte que nunca se nos muera,
aun cuando nuestros pasos sean tan metalúrgicos
que suban arrastrándose
y nuestros brazos aquel día
dejaron de ser alas,
allá desde Vallejo y sus epístolas
cuando se andaba matando piojos del "hombligo"
de un "hombligo" con hache.
La vida nos atrapa, nos tritura, nos muele,
nos hace un laberinto con salida
y no podemos avanzar sino despacio,
a veces sonriendo
y también otras tantas, funerales.
La vida es corta, larga, pórtico influyente
donde tenemos que aprobar la asignatura
y desterrar: "perdono más no olvido"
porque eso nos acorta los tendones
y nos vuelve impertérritos y erráticos.
La vida, sí, mi vida, tuya, nuestra
es algo sideral que no alcanzamos,
que aunque homo y sapiens y "te quiero"
aún nos falta, nos falta corazón.
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