EL ATRIO FAMILIAR HOY SE ESTREMECE
en una abrasadora herida, madre.
Nos destruye y al par nos vivifica
por darte nuestros besos más ardientes,
aquellos que estuvieron tan guardados
esperando el momento real de la ternura.
Sentados a la mesa
la amargura en los labios,
crece nuestra congoja y nuestro grito dentro.
Bebemos zumo ácido en tarde de locura.
Sufrimiento profundo.
Qué me vais a decir sobre los ángeles
si tengo uno ante mí, desvaneciéndose.
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