Se yerguen mis pechos a tu abrazo
y en su cálido arrullo se adelantan
al roce de tu beso.
Se apacigua mi piel a tu caricia
y en el tibio mirar que me trasciende
precipitando olas.
Se rompen en mi entraña tempestades
y jubilosa espuma te reclama:
-¡Ven, ven, te espero!
que es tiempo de aradura y de cosecha
y te prometo pólenes
que marquen nuestra huella en la distancia.
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