A Fredo en Montevideo
vaticinaron su suerte
que será súbita muerte
en el siglo, según veo.
Fredo Arias
Nos llega el día de Santos
y el cielo parla de muertos,
los hay en todos los puertos
aunque no les guste a tantos.
Se puede vestir con mantos
que al que le toca, preveo
le toca y, según creo,
hubo una guija traidora
que le predijo su hora
a Fredo en Montevideo.
Menos mal que el agraciado
tiene un siglo por delante
y puede hablar como Dante
de infierno y cielo pisado.
No se ha descorazonado
ni piensa aún en su muerte
porque es un trago muy fuerte
y la fortuna le sigue,
algunos que le persiguen
vaticinaron su suerte.
Ni sí, ni no, le mintieron
que el vaticinio era chunga,
bailemos pues la sandunga
por todos los que vivieron.
A Fredo ya le metieron
en el saco "los sin suerte";
no es por dejar de quererte
pero Fredo ha de vivir,
nadie puede predecir
que será súbita muerte.
Fredo tiene que seguir
ya cumplidos los cincuenta
Vasconcelos, ten en cuenta
que lo podrá conseguir.
Se ha empeñado en proseguir
premiando, según yo creo
no ha de faltar ningún reo
y aumentará la familia.
Vida y muerte se concilia
en el siglo, según veo.
II
Una vez perdido el miedo
que nos colgaba del gancho
nos dimos cita en el Juancho
con el cadáver de Fredo.
Francisco Henríquez
Y a no me puede la muerte,
ni me puede, ni me asusta
porque tomo bien la fusta
y tendrá que merecerte.
Si me muero de quererte,
oh Dios, dame tú el remedo
que yo te escribí mi credo:
tengo un respeto imponente
desde el Este hasta el Poniente
una vez perdido el miedo.
Veo pasar con la barca
mi fiel y clara figura
y si acaso una fisura
por donde asoma la parca.
Mas el miedo no me abarca,
tan solo el camino ancho
que como dijera Pancho
ha de darnos sepultura
y ahuyentar la coyuntura
que nos colgara del gancho.
Sin embargo no me pirria
jugar al tute con muertos,
no me llevaréis de huertos
mientra no sea una birria.
La materia, ya una tirria
da lo mismo estrecho que ancho
solo que yo no me mancho
porque os quiero y me queréis
y para que platiquéis
nos dimos cita en el Juancho.
Mare de Deus, que macabros
sois mi amigos isleños,
vos arderéis como leños
y veréis los descalabros.
Podréis jugar como cabros
o bien chuparos el dedo
y colgaros del alero
pero, mucho alardear
no creo queráis jugar
con el cadáver de Fredo.
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