clavada, y en la cruz con los ladrones;
entregaste tu sangre a borbotones
siendo grande tu afrenta y, consumida.
Hoy por ti, diera yo mi sangre hervida,
clavaría mis huesos y tendones
ofreciendo mis horas y mis dones
para ser nuevamente redimida.
Oh Cristo de la Vera Cruz, tristura
me produce tu imagen, mil sollozos
si recuerdo tu paso y tu tortura.
No hay llanto más amargo, más horrura
que revivir aquéllos, tus destrozos
que me llevan derecho a la locura.
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