03 abril 2010

VIERNES SANTO --DUODÉCIMA ESTACIÓN--

Y la tarde crecía, agonizaba,
el sol hecho liturgia
se durmió de repente.
Tinieblas que cubrían toda faz,
toda tierra
asombraron al mundo, enloquecido
de pavor y misterio.
Su aliento sobrehumano se mecía
y la sangre corría despeñada
aglutinando versos.
Un suave aroma
venía de los árboles,
del dolido paisaje.
El canto casi humano de los pájaros
se quebró sin acento.

Presencia...

Sólo un soplo de muerte
y una voz desgarrada
penetrando los tímpanos
se adentró en el silencio:

-¡Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu!

No hay comentarios: