No es capricho, la muerte tiene un punto,tiene un deber que no debe inquietar,
la madurez del hombre ha de bastar
hasta verse morir, ser su difunto.
Y llegados aquí, yo me pregunto:
¿Importa, cuándo, dónde en cual altar
dejaremos el sayo para dar
nuestra cáscara amarga y su conjunto?
La muerte llega siempre y no se espera,
no es fácil pues decir: ¡soy preparado!,
al minuto final, desarbolado
llega, nos descoloca, falta un grado
para admitir el hacha carnicera.
Nunca el momento llega con agrado.