28 septiembre 2015

DESNUDO DE PALABRAS

Observa bien el vuelo en tu partida, no es tu marcha, lo peor que puede marchitarnos. Mi beso, el extravío de mi sangre, grita por otro cauce sin sentido. Invalidada estoy por tu tristeza: ¡Ay, Dios! dijimos, prisioneros de vértigo infinito. Papi, trayectoria final de mi orfandad. Tus últimos retoños te entretienen el latido que afirmas tan varado a tu piel y tu respiración se te hace lenta, costosa, de cristal casi, porque puede quebrarse en un suspiro: por eso soliviantas tus gestos con fruición, fatiga que comienza y termina, desmoronando los instantes. Maná que te mantiene en enervado sopor y tanta primavera a nuestro lado, para qué, si el verso de tu rostro es ya metáfora que dice y nos adentra en el misterio, en lo hondo, en tanta cicatriz, tanta sed de verdad, revelación purísima que cual fiel caracola se enrosca y da la vuelta para llegar al último rincón, último paisaje, último espejo tal vez ya con azogue, conmoción, de haber vivido tanto y tanta soledad después de todo...

¿No ves que estás de vuelta de las cosas? ¿Que tu sabiduría en este instante, nos deja sin preguntas? Tu pecho sube y baja ya alterado, rescatando caricias que no puedo ofrecerte. Pero tú las percibes...


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