Los árboles meciendo el verde viento,
nuestra tierra como un lago encendido,
semiabiertos los ojos y la espuma que rompe
como fiera que ruge desde el fondo.
Sola estoy en el monte valiente y trasnochada
sobre el acantilado de mi sueño.
Y el sueño era ser nube, planear en la luz
y no sentir deseos de nidos ni regresos.
Mas el sueño es tan corto e irrepetible, siempre
que te hiere el asombro cuando amanece el día
y sentimos la carne respirar
y una voz que te llama por tu nombre,
te toca con su mano
y sientes el milagro de abrir de par en par los ojos.
La selva se presenta, súbita
cual reptil que se arrastra,
forcejeas un rato
y de nuevo otra vida te succiona.
05 septiembre 2010
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